EL VARÓN. CASTRACIÓN, IMPOTENCIA E INFERTILIDAD (I)

 




Hay libros que exponen verdades decisivas, que el sistema de poder no puede admitir. Tal es el caso de “El varón castrado”, de José Díaz Herrera, que lleva por subtítulo “verdades y mentiras de la violencia doméstica en España”. Contra este libro intervino la policía sexual, que obligó a retirarlo de muchas librerías y que persiguió con ferocidad y durante bastante tiempo a su autor. Esto es una prueba más de que, en estos asuntos, no existe la libertad de expresión, de manera que numerosas personas ven vulnerada sus derechos a conocer la interpretación que ofrece Díaz Herrera de esos asuntos. Pero la censura del Estado policial sexista, una continuidad actualizada de la censura franquista, dijo nones y punto final… hasta que conquistemos la libertad de expresión y llevemos ante la justicia, para depurar responsabilidades penales, a quienes nos privan de libertad.

No es que yo esté de acuerdo con ese libro en todo, y ni siquiera en la mayoría de sus formulaciones, mucho menos en su orientación, pero creo firmemente que 1) todas las personas tienen que disponer de libertad de expresión, 2) quienes niegan esta libertad fundamental deben ser tenidas por fascistas, de un tipo o de otro, pero fascistas, y tratadas como tales. Hago observar que la causa de que la policía sexual y su censura sean tan violentas es que las versiones y argumentaciones oficiales de los asuntos “de género” son tan endebles, están tan faltas de verdad y realidad, que no soportan un debate libre.

Entrando en los problemas de fondo, hay que advertir que, en ocasiones, la incapacidad de ciertas mujeres para concebir y embarazarse se debe a su pareja. Es conocido el estudio sobre que el número de espermatozoides por unidad de volumen de semen ha caído a la mitad entre 1970 y 2020. Además, aquellos han perdido movilidad, lo que es un asunto bastante grave, pues ello afecta a su capacidad fecundante, y que así mismo ha disminuido la emisión de líquido seminal, imprescindible. Se estima que todas estás disfunciones seguirán creciendo en los próximos años, hasta alcanzarse una situación, hacia el año 2050, en que la gran mayoría, o incluso la práctica totalidad, del semen humano será estéril, inútil reproductivamente.

Tal situación se pretende explicar por causas fútiles e insignificativas, lo que quiere decir que no se sabe explicar, o que se tiene miedo a hacerlo, por la acción intimidadora de la policía sexual, que persigue y castiga a quienes se apartan de “lo políticamente correcto”. Como en este blog no se teme a dicha policía, es más, se llama a la población a desafiarla y a derrotarla, puedo exponer algo obvio, que la catástrofe fisiológica descrita significa que el varón contemporáneo está siendo castrado a conciencia. Porque en el libro antecitado la frase “varón castrado” es, en cierta medida, metafórica y simbólica, lo que dista bastante de ser exacto, pues el hombre hoy está siendo castrado con toda eficiencia y rigor, desde las instituciones, cada día, cada hora.

Tal varón castrado es, primero, estéril, y segundo, impotente. O viceversa.

La castración del varón es un hecho político, pues sus causas son políticas, sobre todo la más importante de ellas, convertirlo en criatura dócil al poder y dócil en la empresa capitalista, esto es, adecuado para aceptar las órdenes que le llegan de las instituciones, no rebelarse contra ellas y cumplirlas. A los animales machos se les castra por similar motivo, lo que se hace quirúrgicamente, extirpándoles los testículos, mientras que al animal humano varón se le lleva forzadamente a una situación similar por procedimientos más refinados, menos sangrientos, pero tanto o más efectivos. Dada la ambivalencia inerradicable del Eros humano, al mismo tiempo pura biología animal y sustantiva naturaleza mental, eso es posible de realizar, y se realiza.

Los hombres son el componente principal de todas las acciones de resistencia, de todas las luchas y de todas las revoluciones, mientras que las mujeres, exceptuando una minoría, se quedan en un segundo plano o no participan en absoluto, infortunadamente. Por tanto, para crear la sociedad de la docilidad absoluta, donde los mandados obedezcan escrupulosamente a los mandantes, la castración del varón es, más que necesaria, imprescindible. Esto tiene unos efectos secundarios, o daños colaterales, pues las mujeres que desean concebir un hijo con un varón castrado no pueden conseguirlo, no lo logran… lo que indica que la mujer es parte afectada, perjudicada, en todo ello.

Lo cierto es que la operación de castración del varón por procedimientos ideológicos, operaciones de ingeniería social, persecución policial indirecta y agresiones verbales (a veces, más que verbales), está siendo un éxito descomunal, de tal modo que en sólo treinta años más, si la sociedad civil no se alza en masa contra tal monstruosidad, apenas quedarán varones con semen de calidad.

¿Cómo y por quién es castrado?

La obsesiva y omnipresente denuncia del “machismo”, al que se identifica con la virilidad, la equiparación entre coito heterosexual y violación y la demonización de la testosterona son los tres elementos ideológicos que cortan los testículos, realmente, de hombre medio. Dejándolo infértil y, además, como luego se verá impotente, no apto para el sexo y no apto para estimular hormonalmente, eróticamente, a la mujer, con todo lo que ello tiene de temible e incluso catastrófico.

La virilidad es el modo de existencia del varón y la misoginia, vulgo “machismo”, una disfunción social creada por la vía legal, en el pasado haciendo a la mujer dependiente del hombre por mandato del código civil, y hoy dependiente del Estado por toda una panoplia de actuaciones del interesado, el ente estatal, que es quien ha implantado el régimen neopatriarcal vigente, en el cual la mujer es una criatura no-libre. La virilidad es buena, es necesaria, y su persecución, como hoy es realizada, ocasiona un sinfín de daños sociales y personales, además de ser un acto de mutilación intolerable, una agresión descomunal al varón. La equiparación entre coito y violación es otra enormidad, pues el primero es un acto natural y el segundo no es un acto sexual sino una agresión física que es realizada con procedimientos sexuales. Hay violación de mujeres por hombres y violación de hombres por mujeres. Por ejemplo, la reina Isabel II de España (1830-1904) fue una incansable violadora de hombres, de miles de ellos, lo mismo que muchas actrices famosas de Hollywood, alguna de ellas responsable de hasta seis violaciones de hombres al día, según biografías fiables. Porque la violencia sexual no tiene género, dado que quien tiene el poder político, sexual y cultural tiene el poder sexual, y suele utilizarlo. Convertir a la testosterona en la hormona de la violencia es un sinsentido, pues su función en meramente sexual y reproductiva. Y la sexualidad es una forma de amor, en su esencia última, no una variante de agresión. Si fuera responsable de la violencia física, ¿cómo explicar que ésta sea ejercida por tan enorme número de mujeres? Por ejemplo, por las féminas que hicieron de guardianas nazis en los campos de concentración, muchos miles de ellas, las cuales fueron unas asesinas sádicas. El libro de Mónica G. Álvarez, “Guardianas nazis. El lado femenino del mal”, tiene que ser leído mucho más como texto sobre el presente que sobre el pasado…

De esas tres calumnias espantosas, por causa de esas tres agresiones verbales, emocionales e intelectivas, repetidas implacablemente e incluso convertidas en armas arrojadizas para la violencia personal, cuando se culpa públicamente a tal o cual persona de “machista”, etc., resulta el varón castrado. Es, la actual, una situación de agresión institucional múltiple y perenne contra el hombre, al que se tiene por violador, es más, por torturador y asesino de mujeres (1), sin permitir que tal mentira y maldad sea refutada y contradicha (la censura “de género” es de una eficacia colosal…), resulta un declive de la producción de hormonas masculinas que puede llegar al colapso. En efecto, al ser seres físico-psíquicos nos encontramos con que lo que comienza en el mundo de lo inmaterial se traslada al ámbito de lo hormonal.

Pasemos a las operaciones de ingeniera social. La más decisiva es la Ley de Violencia de Género, que niega al hombre las garantías procesales más básicas, al considerarle culpable a priori y al admitir que puede ser penalmente sancionado sin pruebas, sólo con la declaración culpabilizadora de una mujer. Esto, además de ser una aberración jurídica, lleva a una parte enorme de hombres a una situación emocional de temor al tener una relación con una mujer. Temen que ésta, por cualquier cuestión, fútil o interesada, les pueda denunciar, haga una llamada a la policía y se vea en el calabozo. Desde luego, llegar a una relación con el miedo como estado psíquico desestabiliza al varón, le cohíbe, reprime y deprime de un modo bien perceptible. Le castra, en el sentido más literal de la palabra. Por tanto, a la castración por motivos ideológicos se une la castración por motivos jurídicos.

Está además la persecución policial indirecta del varón, en particular con el asunto de los “micromachismos”. Muchas mujeres se han convertido en agentes parapoliciales que vigilan a los hombres para detectar en ellos comportamiento “inapropiados” de tipo erótico, que censuran a voz en grito y que incluso denuncian a la policía. Una mirada erótica basta para ser tildado de mil infamias e incluso para ser denunciado. En realidad, lo que se pretende con esto es humillar al varón, hacerle ir con la cabeza gacha, convertirle en una criatura derrotada. En lo erótica, la parte visual de la seducción y el cortejo, que es decisiva, es con ello puesta fuera de la ley, algo extraordinariamente dañino, más quizá para las mujeres que para los varones. Por lo demás, la existencia de mujeres parapoliciales no es nuevo, tal eran las integradas en la Sección Femenina falangista-franquista, más de 600.000 de ellas que prestaron una colaboración decisiva a los aparatos policiales de Franco. Entonces era la política directamente el motivo, hoy es el sexo concebido como política. O sea, nada nuevo bajo el sol.

El cuarto elemento son las agresiones verbales, y a veces físicas, que padecen los varones y perpetran las mujeres, sobre todo, a veces otros varones, por motivos relacionados con las cuestiones “de género”. Muchos hombres reciben acusaciones no probadas (atención: digo no probadas) sobre supuestos comportamientos suyos, que son popularizadas a lo grande, hundiendo el prestigio y credibilidad de esa persona, haciéndole abandonar su trabajo, mudarse de domicilio, esconderse y, a veces, suicidarse. Es una forma de violencia dirigida contra los varones ante la que estos no puede hacer nada. A veces, se da un paso más. Se ha hecho viral, como se dice ahora, un video en que, en una disputa pública, callejera, por estas materias, una mujer agarra a un hombre por el cuello e intenta derribarlo a viva fuerza, con la intención de una vez en el suelo patearlo. El varón, sabedor que no puede defenderse poque ello le llevaría a pasar varios años en la cárcel, se zafa como puede de la agresión, con una actitud rigurosamente defensiva. Es habitual la violencia verbal y física contra los varones, que no tiene hoy sanción penal, que puede realizarse impunemente. Esta situación, como es fácil de comprender, también contribuye a castrar al varón.

Así pues, el hombre común es en el presente capado, castrado, de diferentes maneras.

En consecuencia, es comprensible que su sistema fisiológico esté desequilibrado y que la producción de hormonas masculinas haya caído a niveles bajos, que tienden a ser muy bajos y amenazan con llegar a ser cero.


1) Los datos oficiales sobre asesinatos “de género”, son muy poco fiables, pues están ex profeso hechos para culpabilizar -castrar- al hombre. Una prueba, escandalosa, de ello es que no ofrecen el dato de varones asesinados por mujeres. Antaño, antes de la Ley de Violencia de Género, si se daban, y eran menos de la mitad de los provocados por los hombres en las mujeres, aunque constituían una cantidad nada desdeñable, apta para refutar la noción neopatriarcal de la mujer-víctima. Pero no eran incluidos los asesinatos indirectos de hombres por féminas, en los cuales estás se valen de sicarios pagados, o, como suele ser más común, de hombres enamorados, o sexualmente engatusados, para ejercer violencia criminal inducida. Si se suman los asesinatos directos e indirectos de varones por mujeres, el total supera a los de mujeres por hombres. Hagan ustedes mismos/as la cuenta. Ello sin sumar los crímenes perpetrados por mujeres contra otras mujeres, ancianos y niños, que son bastantes, quedando la mayoría de los dos últimos sin sanción jurídica, dentro de los privilegios envenenados que el sistema neopatriarcal otorga a las mujeres, que algunas de ellas emplean apara impunemente matar a otros seres humanos. El problema está en que los asesinatos de hombres por mujeres no salen en la televisión ni suscitan concentraciones públicas con minutos de silencio, lo que es ciertamente injusto y desigual.

(Continuará)

RODRI DE MINGO

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