PRIAPO DIVINIDAD PAGANA DE LA FERTILIDAD (y 2)

 





Decía en el artículo anterior que en éste voy a centrarme en “las buenas prácticas sexuales”, apropiadas para tener sexo excelente y, por tanto, sexo fértil. Pero si alguien ha entendido esa frase en el sentido de buenas “técnicas” sexuales, con la correspondiente enumeración de posturas, puntos sensibles, tocamientos habilidosos, artilugios comprados, etc., se equivoca1. Yo me refería a la actividad erótica que resulta de la maximización del deseo. Cuando hay deseo, si es inmenso y colosal, hay buenas prácticas sexuales, pero si no lo hay, si el sexo se ha degradado a entretenimiento intrascendente, o a práctica higiénica, o a un tipo especial de gimnasia, o a cualquier otra cosa que no sea deseo, puro y tremendo deseo, hirviente, arrasador, enloquecedor, mera furia copuladora y cabalgante, entonces el conjunto es un patético fiasco.

La “revolución sexual” de los años 60 (de aquellos polvos salen estos lodos, dice el refrán), “liberó” el sexo aniquilando el deseo. Esto llevó a uno de sus profetas, Foucault2, a declarar que “el sexo es aburrido”. Y, en efecto, tiene razón, su tipo de sexo, el que él preconiza, desprovisto de deseo y contrario a la erótica natural, biológica, primaria y reptiliana, es aburrido. Más aún, es muy aburrido. Por tanto: a) no merece la pena practicarlo, salvo de manera ocasional y a falta de algún entretenimiento mejor, como está sucediendo en la actualidad, b) es infértil, inadecuado reproductivamente, c) no es terapéutico, no puede servir para la sexoterapia. Se le ha denominado “sexo de bostezo”, en festiva parodia de su idea organizadora demagógica, mercadotécnica, “sexo de orgasmos femeninos”.

Volvamos a Príapo. La clave de su sabiduría y eficacia es el deseo, la locura del deseo, el deseo hecho sinrazón absoluta, que no se detiene ante nada y que no efectúa ningún cálculo racional sobre las consecuencias. Es como una carga muy temeraria de caballería, todo furor y arrebato, que no piensa en la muerte, que no se deja atrapar por el temor, que sólo quiere llegar al objetivo marcado y tomarlo, con la diferencia de que el Eros natural únicamente piensa en la vida, es todo pasión, todo deseo, y su objetivo reside en lograr la explosión de las inmensas fuerzas interiores naturales en la mujer-hembra. A partir de ahí, van surgiendo, como creatividad derivada, las diversas técnicas, esta vez sin comillas…

Príapo es maestro del deseo, pues ya lo dice el refrán, “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. El deseo tiene una doble naturaleza, una contradicción interna, es innato y al mismo tiempo debe ser aprendido. Sólo si se da en él esa conjunción hiper compleja de lo primario y lo experiencial resulta optimo, logrando con ello satisfacer absolutamente a la mujer-hembra, trasladándola a la necesaria situación de éxtasis3 integral, propia de las hembras de todos los mamíferos en la cópula, y, si se trata de eso en el caso particular en que se esté, hacerla fértil y lograr el embarazo.

Por eso la sabiduría de los antiguos presenta al dios de la fertilidad y del vigor sexual, Príapo, como un anciano, biológicamente aún potente, como manifiesta con la erección, y al mismo tiempo plena de sabiduría copulatoria, experiencial. No lo muestra como un joven vigoroso, porque el mero impulso biológico dista mucho de ser suficiente. Esto sucede igual en los mamíferos, donde los machos reproductores son siempre mayores, longevos, en los orangutanes (espaldas plateadas), elefantes, etc., siendo los que fertilizan a, según la especie, entre el 85% y el 99% de las hembras1.

La sabiduría de Príapo no puede enseñarse, mucho más en estos tiempos en que la policía sexual nos vigila a todas y todos para que no nos apartemos de la ortodoxia, esa que hace a las mujeres polifrígidas e infértiles y a los hombres capones y castrados. No, no puede enseñarse, pues ¿cómo explicar qué es un impulso interior colosal, que enloquece al varón macho, y cómo puede repetirlo el alumno? Porque éste debe sentirlo situado en sí mismo, en su interior, y si eso no sucede no hay apenas nada que pueda hacerse.

¿Apenas nada? Ciertamente, es ésta una afirmación excesiva. Algo, e incluso bastante, puede enseñarse, lo que se efectuara en otra ocasión, en otra entrega de este blog.

La mujer a emparejar con Príapo es la fémina Willendorf, o mujer Venus Paleolítica. De aquél tenemos estatuillas de una antigüedad difícil de precisar, pero de no más de 3.000 años, mientras que las Willendorf, que son toda una saga, proceden de 25.000 años atrás2. Son unas figuras pequeñas, producidas por las mujeres de entonces, y que éstas portaban probablemente como adorno corporal, en la forma de colgantes. Para entender su significado, decisivo en el asunto que nos ocupa, hay que observarlas muy fijamente, limpiando previamente la mente de ideas, teorías, creencias y fobias. Sobre todo, de teorías. El Eros es ateórico, pura vitalidad creadora de vida, en dos manifestaciones, 4) creadora de la vida de la mujer, 5) creadora de la vida del bebé.

Así pues, queridas amigas, si os hacéis mujeres Willendorf no tendréis que acudir a las clínicas de “reproducción asistida”, a que os manipulen, degraden, enfermen y, además, os arrojen a un estado de duda espantosa sobre las consecuencias. Ahora las mujeres, en la intención del poder al menos, son robots hiper productivos, trabajadores ideales, autómatas andróginos que se sacrifican por la producción y los beneficios de sus empresas, tan probas y abnegadas, tan sumisas y dóciles, que literalmente mueren por ellas. Son las conocidas como féminas NO, porque su lema es NO al Eros/si al dinero, NO al sexo/si al ascenso profesional, NO al amor/si al poder. Al final del túnel construido con tantos NO las espera la soledad, la menopausia muy prematura, el hundimiento físico y psíquico, la depresión, los psicofármacos… y a veces el suicidio directo o la enfermedad incurable como suicidio indirecto.

RODRI



1 Una parte de todo eso tiene su función y utilidad, pero es secundaria.

2 M. Foucault es autor de “Historia de la sexualidad”, 1976. Pero unos pocos años después este autor hizo la nada sorprendente afirmación arriba citada: el sexo es aburrido. Sí, SU sexo, el suyo, el que él preconiza, es aburrido, porque no es de verdad, porque le falta autenticidad al ser antinatural. En ese libro y en otros textos suyos, Foucault, filósofo de ración, icono de la radicalidad de pega del siglo pasado, supremo mandarín de la universidad gala y alto funcionario del Estado francés, demuestra que no sabe nada, absolutamente nada, de sexo. Y si es así, ¿por qué escribe sobre lo que ignora? Pues por razones políticas. Al sacrificar el erotismo a la política destruye al primero…

3 De nuevo tengo que poner el grito en el cielo contra W. Reich y “La función del orgasmo”, 1927, pues su idea de tal, del orgasmo, al mismo tiempo androfóbica y misógina, impide o al menos dificulta el logro del éxtasis sexual en la mujer. Orgasmo y éxtasis tienen una relación entre sí equiparable, comparativamente, a una barquita de remo y a un trasatlántico. Las mujeres que se contenten con una simple barca de estanque pueden seguir las ideas de aquél, pero las que quieren conocer el sexo colosal, primario, absolutamente tumultuoso, de asalto y fuerza, rotundamente enloquecedor, deben olvidarse de Reich. Y entonces, ¿qué?, Pues Willendorf. Tienen que hacerse mujeres Willendorf. Porque si Foucault no sabía nada sobre sexo, Reich sabia infinitamente menos que nada.

4 En esa mezcla de ignorancia, estupidez y malicia institucional muy bien retribuida que caracteriza a nuestro tiempo, se presenta a las hembras de los mamíferos en estado salvaje como a unas pobres criaturas copuladas a la fuerza por el macho dominante, o alfa, el más brutal de todos los machos, el que derrota, e incluso hiere y mata, al resto. Esto es una necedad total, más aún, es una necedad misógina. Lo cierto es que en todas las especies resulta ser la hembra quien escoge al macho, generalmente por motivos que no podemos comprender, hasta el momento, por medio de un análisis racional, pero que están ahí. Que casi todas las hembras escojan a un mismo macho, y que no sean promiscuas, es la segunda parte de la historia. Además, los machos más agresivos no son los de más éxito reproductivo, más bien al contrario. Una cosa es pelear y otra copular. En fin, a ver si los necios y necias de siempre hacen un esfuerzo y comprenden algo de la realidad del sexo y el erotismo.

Dado que hoy el sexo es descarada biopolítica, esto es, subordinación completa del Eros a los intereses estratégicos del poder constituido, para comprender algo del sexo natural tenemos que acudir a nuestros antepasados y a los otros mamíferos.



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