REAPRENDER EL SEXO



Puesto que alguna persona, lectora de este blog, me pide que exponga los fundamentos documentales y bibliográficos de mis formulaciones en artículos anteriores, he decidido hacer algo al respecto, y el resultado es el texto que estás ahora leyendo…
Llevo años estudiando sobre erotismo, sexo, amor, fertilidad, parafilias, instinto, síndrome IDS (Inhibición del Deseo Sexual), polifrigidez femenina, “muerte del Eros”, fábricas de seres humanos (vulgo clínicas de fertilidad), sexo de los animales salvajes y de granja, sistemas de vigorización de la líbido, sexoterapia, parte reptiliana del cerebro humano, coito sublime, etc. Muchos años. Y el balance de esta actividad de búsqueda difícilmente puede ser más negativo en lo bibliográfico. Si ahora tuviera que citar un libro, un solo libro (o un solo artículo, o un solo video, o un solo autor o autora), que me mereciera respeto, por su rigor, capacidad analítica, esfuerzo investigador y calidad expositiva, no podría mencionar ninguno, y ello con independencia de que esté o no de acuerdo con sus contenidos. En este terreno, como en tantos otros hoy, lo que domina es el texto chapucero, verbalista, vacío, alejado de la realidad, escrito por sujetos que lo ignoran todo sobre la materia y que se limitan a repetir lo “políticamente correcto”, esto es, el dogma oficial.
El saber, el conocimiento verdadero sobre erotismo y sexo tiene que ser experiencial, no académico, ni clínico, ni libresco, ni médico, ni profesoral. Repito: experiencial. Para ello hay que escuchar mucho (en unas materias en que el pudor natural dificulta la comunicación), reflexionar mucho, observar mucho, hacerse muchas preguntas y buscar en la experiencia las respuestas. Pondré un ejemplo como referencia de la irracionalidad prevaleciente. Ante la ola ascendente de infertilidad femenina y masculina que padecemos parecería sensato acudir a parejas, o a mujeres no emparejadas, que han logrado embarazarse con facilidad por procedimientos naturales para, quizá, conocer -respetuosamente- por qué y cómo. Pero no, la gente corre a las fábricas de seres humanos a comprar un bebé, sin caer en la cuenta que su esterilidad no es, por lo general, biológica ni médica, sino la consecuencia de una acumulación, asombrosamente grande y virulenta, en su mente de ideas equivocadas sobre el sexo que, convertidas en guía de la propia actividad amatoria, llevan directamente a no conseguir el embarazo, además de a aburrirse mucho con el sexo.
Si alguien trabaja un huerto familiar y tiene problemas con las lechugas, las judías o las zanahorias, por ejemplo, busca entre la vecindad a quien sepa de la materia y le enseñe cómo lograr una buena cosecha sin acudir a los agrotóxicos, sólo con los procedimientos de la agricultura popular. Es cierto que puede comprarlas en el mercado, pero en ese caso no aprenderá nada sobre horticultura, no estará seguro de la calidad y salubridad de lo que come y le costará un dinero, pero, sobre todo, no disfrutará cultivándolas él mismo/a. Si hay personas con maestría en horticultura también las hay, o debería haber, en erotismo natural. Personas sin credenciales académicas, que instruyan y aconsejen desde la experiencia con un fuerte sentido ético y de servicio al otro y al bien común, no desde la biopolítica de la sexología institucional o desde la sinrazón de la “medicina reproductiva”, actividades las dos muy bien remuneradas, dicho sea de paso. Porque ni la una ni la otra pueden ser solución, debido a que son parte decisiva de las causas del mal/males que padecemos en estas cuestiones.
Primero desaprender y después aprender.
Una comprensión razonablemente acertada del erotismo y el sexo de los seres humanos proporciona tres logros: 1) pasar de la infertilidad a la fertilidad reproductiva, 2) conocer y vivencial el sexo auténtico, como fuerza sublime, telúrica y primigenia creadora de vida, de vida humana, 3) curar una parte no pequeña de los males psíquicos, físicos y psicofísicos, que hoy padece el individuo medio, ella más que él. En consecuencia, la apropiada comprensión de lo libidinal sirve como factor fertilizador, para mejorar la calidad personal viviendo el auténtico erotismo y como sexoterapia. Una advertencia al respecto del último punto: Freud no inventó la sexoterapia, sólo se hizo rico y famoso con ella, más exactamente, con una versión simplona y marginal de ella, dirigida a la clase burguesa, no a la gente popular. Desde siempre, los seres humanos han sabido que, si el instinto sexual no se satisface, no se realiza, el sujeto languidece y enferma, verdad que comprobaban a diario también observando, sobre todo, a las hembras de los animales. Naturalmente, hay que entender lo dicho como que la satisfacción del impulso libidinal ha de ser con sexo de calidad, no con subproductos y sucedáneos, que lejos de resolver el problema lo agravan.
Sin duda, el sexo es instintivo y, en principio, no necesita ser aprendido. Pero dado que los seres humanos no son criaturas instintivas sin más sino, al mismo tiempo, seres reflexivos, es necesario alcanzar una síntesis entre lo uno y lo otro. Ciertamente, se trata de aprender lo que ya sabemos intuitivamente, lo que está en nuestro cerebro reptiliano y que hemos “olvidado” por causa del adoctrinamiento y amaestramiento institucional. Pero esto sí hay que aprenderlo. La meta es poner de acuerdo nuestras partes instintiva y racional, evitando el conflicto tan grave que ahora existe entre ellas en lo del Eros. Resuelto ese conflicto, y con las dos partes yendo a la par y obrando cooperativamente, todo irá bien.
Tras esta digresión, me atrevo a citar algunos libros. Ninguno me convence, pero al menos contienen pequeñas verdades (en algún caso no tan pequeñas) aisladas. Me comprometo, además, a enumerar, en un artículo posterior, aquellos trabajos que me merezcan un juicio muy negativo, por su falta de calidad, por la frivolidad, mercantilismo y desfachatez con que están construidos. Y, sobre todo, por el particular servilismo con que apoyan y suscriben las letales teoréticas biopolíticas ortodoxas, enfermantes y esterilizantes.
Pero, antes de entrar en materia, deseo recalcar lo que a mi juicio es fundamental. Lo que sé sobre estos temas lo he aprendido sobre todo en la experiencia y no en los libros, escuchando a la gente, comprendiendo sus problemas y observando las soluciones que les dan. Es en la sabiduría popular no mercantilizada donde está la posible solución al desplome de la natalidad, a la dramática escasez de embarazos. Porque existe una erótica popular, una sabiduría popular ancestral, muchas veces milenaria, sobre el sexo, que debemos recuperar, hoy casi extinguida pero aún existente, aunque en la semi-clandestinidad. 
Los dos libros que publicó en su día el doctor Ramón Serrano Vicens sobre la sexualidad femenina en España permiten comprender, aproximadamente, qué era ésta y cómo era, justamente en la fecha inmediatamente anterior a la irrupción de la “revolución (contrarrevolución) sexual” de los años 60 del siglo pasado. Los textos tienen enjundia suficiente para dedicarlos un artículo completo. En aquellos años las mujeres de las clases populares quedaban embarazadas con facilidad lo que, a mi juicio, proviene de la rica, intensa y variada actividad erótica de que disfrutaban. Con todo, el conocimiento de las simpatías de Serrano por la obra de Kinsey, el célebre sexólogo USA corresponsable de la sexología hoy institucional, permiten introducir algunos factores de corrección en sus tablas estadísticas y conclusiones, que nos aproximarán todavía más a la intelección de la realidad estudiada. El trabajo del doctor Serrano Vicens, a pesar incluso de los objetivos y creencias de su autor, contradice no sólo los tópicos más comunes sobre estas materias, sino que, en sí mismo, es una fuerte refutación implícita de la actual sexología ortodoxa. 
Sexología que, insisto, es responsable cardinal de la epidemia de esterilidad que padecemos. Y de la no menos grave epidemia de apatía erótica y desexualización, soledad y sexo autista basura y enfermante, de ahí el arriba citado síndrome IDS, causa fundamental de dolencias que están afectando a una proporción creciente de personas, en primer lugar, la depresión. Ésta se trata médicamente con psicofármacos, bastante tóxicos (provocan la muerte por fallo multiorgánico en unos 20 años de uso), cuando, lo afirmo responsablemente de nuevo, la modificación radical de la percepción del erotismo junto con las correspondientes variaciones en la conducta libidinal del sujeto medio que ello lleva aparejado, podría reducir considerablemente la incidencia de los males citados. El libro de P. C. Gotszche, “Psicofármacos que matan”, dice bastante ya incluso en el título, pero su autor falla al no ofrecer solución ajena a lo farmacéutico para los problemas que llevan al consumo de tal peligrosas substancias.
Un libro necesario es “Vida amorosa de los pueblos naturales. El amor de los pueblos primitivos”, de Adolf Tuellmann, un autor que ha pasado desapercibido, a pesar de tener el citado y varios libros más de similar temática. Lo que expone viene bastante bien para el caso que nos ocupa, si se desea evitar la gestión médico-capitalista de la reproducción humana, creadora de criaturas problemáticas. Con él en la mano puede interpretarse de manera provechosa, además, diversos mensajes que nos han enviado nuestros antepasados del neolítico, me refiero a las pinturas de la cueva de Cogul, en Cataluña, así como lo que narra para el periodo contemporáneo el historiador y sociólogo Pegerto Saavedra sobre los hábitos sexuales de las mujeres de la ruralidad gallega, que se han mantenido hasta hace sólo unos decenios. Asimismo, permite conocer el verdadero significado y contenido del cuadro de Goya también conocido como El Gran Cabrón.
Una sabia recomendación que llega a las mujeres, y también a los varones, desde el fondo de los tiempos, sobre qué es el sexo, qué es la mujer en tanto hembra (con perdón) de la especie y qué es la reproducción humana, está contenido en las venus paleolíticas, en particular la venus de Willendorf, de hace unos 27.000 años. Ciertamente, no hay en nuestra sociedad libertad para interpretar con objetividad y verdad estas obras artísticas de las mujeres de aquellos tiempos. Pero como en este blog no se estima la ortodoxia ni la biopolítica, y no se teme a la censura ni a las y los censores, cuando me plazca daré mi interpretación. Porque mi libertad de expresión es tan sagrada como la libertad de expresión de cualquier otro ser humano y la voy a defender con uñas y dientes. Por lo demás, es indignante comprobar que las jaurías sempiternas y omnipresentes, que se embolsan cientos de miles de euros por cada agresión que perpetran, ya se han arrojado sobre las venus paleolíticas para despedazarlas en lo interpretativo…
 Otro libro que algo enseña es “El culto al falo”, de Amancio Peratoner, editado en 1875, obra que hoy la censura biopolítica no habría permitido editar. Expone cientos de casos de culto al órgano reproductivo masculino en el pasado, en el presente y en todas las culturas, así como su significación, en tanto que decisivo elemento libidinal, que fertilizador, al estimular la líbido y, en consecuencia, el sistema hormonal y energético humano. La androfobia es causa decisiva de esterilidad, pues el varón castrado de nuestra sociedad no puede, obviamente, cumplir su función biológica generativa. Descastrar al varón es parte importante de rehacer la fertilidad humana. Tanto como descastrar a la mujer, que es igualmente víctima de esa tremenda amputación, aunque de otra manera. Por cierto, ¿en qué tipo sociedad vivimos, que mutila de manera impune a las personas?, y, ¿quién comete tales atrocidades?
Para relajarnos un poquito, y como despedida, citaré dos obras que tratan sobre erotismo de un modo festivo y divertido. Una es “El jardín de Venus”, de Félix María de Samaniego, en la edición que yo manejo precedida de un prólogo lamentable, obra de Emilio Palacios, que muestra hasta dónde llega la ignorancia abusiva en estos temas. Se atreve a historiar la sexualidad en España sin ni siquiera conocer la obra de José Deleito y Piñuela, que se ocupa extensamente de lo erótico en nuestro siglo XVII. La otra es “Los Borbones en pelota”, de los hermanos Bécquer, edición y prólogo de Isabel Burdiel, una obra alborozada y desenfadada que satiriza la vida amatoria de la reina Isabel II. Por cierto, ésta fue mujer muy fértil, con más de veinte embarazos, y sin padecer, en absoluto, el síndrome IDS… Su fabulosa actividad fornicadora, de ella y de las damas y señoras de la corte, fue el modelo que siguieron las féminas de las clases altas y medias del siglo XIX. Sugiero que de todo ello tiene bastante que aprender un tipo extendido de mujer neo-mojigata actual, que hace del ¡NO! más bilioso el centro de su existencia… y encima se queja de mala salud y de estar deprimida. 
Bien, pues lo dejamos aquí, por ahora. Hay algún libro más de cierto interés, pero debido a que comentarlo sería largo, lo dejo para posteriores artículos.
RODRI

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