LA INSEMINACIÓN ARTIFICIAL ENFERMA Y DEGENERA A LAS HEMBRAS DE LOS MAMÍFEROS, TAMBIEN A LAS MUJERES.
Acudir a los insultos en un debate suele resultar de la falta de argumentos. Como no hay nada creíble que argüir se le lanza al interlocutor calificaciones como “pedazo de imbécil”, “retrasado”, “misógino” y “paleto”. Ello prueba que existen en nuestra sociedad comportamientos fascistas a erradicar, porque la libertad de investigación, la libertad de conciencia, la libertad de expresión y la libertad de acción deben estar más allá de las agresiones verbales, generalmente cometidas por quienes se sienten tan seguras dentro de la modernidad mega-poli-ignorante, putrefacta y exterminacionista, que padecemos que no se ponen limites morales al expresarse.
Cuando hace ya decenios muchos, o por lo menos algunos, nos opusimos a que la reproducción animal se realizase por medio de la inseminación artificial lo hicimos porque, entre otras cuestiones, nos producía dolor contemplar la expresión facial y el lenguaje corporal de las yeguas, vacas, cerdas, etc. que eran obligadas a quedarse preñadas por una intervención veterinaria en la que el sexo, la actividad sexual, quedaba excluido. Tales expresiones son las de criaturas poseídas por una gran tristeza, disminuidas en su vitalidad, de andar apático y cansino, que apenas manifiestan instinto maternal con sus crías. En suma, que han perdido la alegría de ser y la voluntad de vivir.
En sus días de tempestad hormonal máxima, de fertilidad, tales hembras reciben no la atención ansiosa del macho sino la visita del veterinario/a. La ganadería industrial, horrible en todos los aspectos, lo es además en éste. Es aciago observar, por ejemplo, a la yegua verrionda, totalmente encelada, ciega por el deseo de ser cabalgada, inseminada y preñada por el semental, con la vagina contrayéndose rítmicamente y emitiendo hirvientes fluidos, tras ser sometida a la vandálica intervención inseminadora veterinaria. El animal, sencillamente, se derrumba… Y para siempre ya, se le queda una expresión de dolor interior profundo, de confusión síquica insuperable, de frustración colosal. Los partidarios del “nuevo orden zootécnico”, cuyo fundamento es inyectar semen a las hembras, están tan ciegos, tan poseídos por su arrogancia cientifista, que no logran observar lo obvio, que las especies animales están degenerando año tras año a causa de sus manipulaciones irresponsables y antinaturales.
El sexo existe para la reproducción. La naturaleza garantiza la continuidad de las especies por medio del instinto sexual. Éste es a la especie lo que el instinto de supervivencia es al individuo, una afirmación de la vida. La separación entre sexo y reproducción es una más de las infinitas majaderías, fanatizadas y destructivas, de la modernidad, de la que la víctima principal es la mujer. Por eso el agravio de “misógino”, que me adjudica la “mamá de dos hijos por FIV”, lo devuelvo a su lugar de origen, porque quien niega a las mujeres el embazarse por medio de un acto sexual en vez de con un acto médico mercantilizado y capitalista, mero negocio inmoral, está dañándolas gravemente. Una vez más observamos que quienes más gritan contra la misoginia son las peores machistas, en este caso fascistas-machistas. Lo mismo que quienes, fascinados por las brutalidades disfuncionales de la ganadería industrial, cosifican a las hembras de los animales de granjas, impidiéndolas disfrutar de lo que su naturaleza más profunda demanda, ser copuladas por el macho.
Tener sexo, sexo de calidad y no sexo basura, no es un lujo sino una necesidad primaria. Por el sencillo procedimiento de satisfacer esa necesidad se tienen hijos.
Ciertamente, más o menos la mitad de la infecundidad humana hoy es por esterilidad masculina. Pero esto, en vez de tenerlo como algo dado e inevitable, que lleva a la pareja del infértil a esa lúgubre fábrica de “seres humanos” que es la clínica industrial “fertilizadora” de mujeres (previo pago de un dinero que muy pocas pueden permitirse sin hacer notables sacrificios), debe ser causalmente investigado. En efecto, ¿por qué los hombres se están volviendo incapaces de cumplir su función fecundadora?, que es la misma pregunta sobre por qué las mujeres son progresivamente incapaces de embarazarse…
Algo muy profundo, muy decisivo y muy grave está acaeciendo en los hombres y en las mujeres, en sus funciones de machos y hembras de la especie humana. Se cree que cuando una especie animal ha alcanzado su ciclo vital se va volviendo progresivamente infecunda, hasta que desaparece, pero hoy la cuestión es, para los humanos, diferente. Se podría plantear acertadamente el problema arguyendo que la represión del instinto sexual heterosexual reproductivo, la prohibición de facto de la sexualidad natural, la introducción en la vida amorosa-erótica de un número creciente de ignorancia, estupideces, politiquería, órdenes, opresiones, disfunciones y aberraciones, está laminando la actividad amatoria y en consecuencia haciendo no-aptos para lo reproductivo a mujeres y a varones.
La razón última de ello es, a mi entender, la conversión de lo sexual en un quehacer subordinado a la política, a las necesidades políticas de las élites del poder. Ciertamente, si no expulsamos de nuestras camas a la biopolítica, hoy difundida por todo los modos y procedimientos por la sexología ortodoxa (en un 95% en manos de mujeres), no volveremos a ser fecundos.
Lo amatorio es una realidad prepolítica. Sin comprender esto y sin imponerlo a brazo partido en la realidad, en la de cada cual y en la de todo el cuerpo social, nada tiene solución.
La “agonía del Eros” es mucho más que una frase oportuna o que un tópico. Es una preocupante realidad. Porque si la sexualidad, el erotismo, lo libidinal y la cópula son lo que nos dicen que son las sexólogas guardianas de la nueva ortodoxia, el sexo no merece la pena de ser practicado, puesto que aburre y fastidia a cualquiera, recordemos “el sexo es aburrido” de un conocido filósofo contemporáneo, pero lo cierto es que SU SEXO, EL QUE ELLOS IMPONEN DESDE EL PODER, ES EL ABURRIDO, NO EL SEXO AUTÉNTICO. Y, con ello, el visitar las fábricas de criaturas es inevitable. Pero si derribamos esa ortodoxia que nos imponen por el adoctrinamiento y que nos está ahogando, si desmontamos sus errores, embustes y maldades, mostrando que sirven al poder y no a la verdad, al poder y no a las mujeres/hombres, todavía estamos a tiempo de volver a los procedimientos naturales para conseguir tener hijos e hijas.
El sexo natural prepolítico es maravilloso, pero el “sexo” artificial político es tedioso. Tanto, que las mujeres dejan de ovular y los varones de producir espermatozoides.
Porque si la verdad es liberadora, en este asunto resulta ser también liberadora del impulso genésico. Y una vez que éste se desencadene, con su colosal furor, el problema desaparecerá. Así pues, en sucesivos capítulos se irá entrando en el análisis de la sexualidad humana, un análisis objetivo, para realizar la crítica del sexo basura y permitir a los hombres y a las mujeres lograr coitos reproductivos. Reproductivos por sublimes, por grandiosos, por magníficos. Porque el impuso sexual es un instinto, en efecto, pero también un aprendizaje. Y un desaprendizaje. Desaprender lo equivocado, lo vilmente político/biopolítico, lo dictatorialmente impuesto, para adquirir lo experiencial, lo que es libre y sale de lo más hondo de la persona, de lo más profundo del animal humano. Y con ello, nueve meses después habrá bebé…
Rodri
Comentarios
Publicar un comentario